Muchas veces los viajes
te cambian la vida, porque huyes de todo lo que hay a tu alrededor y
solo te concentras en ti, en tus cosas malas y buenas, en lo que deberías
mejorar y sobre todo, te das cuenta lo que verdaderamente importa.
Al estar siempre en un mismo entorno, no nos percatamos de
los continuos cambios que se producen a tu alrededor y que te repercuten.
Al estar lejos
recuerdas toda tu historia: tus idas y venidas en el amor, esos amigos que ya
no están, las nuevas personas que conociste, los sacrificios que tuviste que
hacer para estar donde estás…
En mi caso fue en Amsterdam donde me adentré en mi, en mi
persona y traté a la vida de tu a tu. Viajé al pasado. Anduve entre los pozos
más lúgubres de mi vida, observé maravillada la preciosa cima del éxito,
disfruté de la verdadera amistad, miré con tristeza a la gente que escogía un
camino distinto al mío, lloré por la gente querida que ya no está cerca mía, me
emocioné por todas las palabras bonitas hacia mi persona y saboreé el dulce
néctar del amor.
Y es que volver al pasado es un arma de doble filo ya que no
siempre es bueno. Es recomendable cuando tu intención es exclusivamente
alimentarte de los buenos recuerdos y para saber que errores no debes volver a
cometer. No es cuestión de martirizarse es simplemente analizar tus actos.
Cuando el ultimo día de nuestro viaje paseamos en bicicleta
por Voldenpark fue una experiencia inolvidable, ya que sentí como volvía a mi
más tierna niñez donde nada temía, era generosa, me reía por todo…y a medida
que pasaban las horas y daba vueltas y más vueltas por ese maravilloso parque,
me di cuenta que en realidad hay que intentar ser siempre como un niño. Ellos,
fuente inagotable de sabiduría, nos enseñan cada día algo nuevo. A mí me
abrieron los ojos para enseñarme la conducta perfecta, esa forma de ser que te
hará ser una gran persona. Son inocentes, puros de alma y cuerpo. Tienen humildad,
tan difícil de aprender; son serviciales, siempre quieren ayudar; son curiosos,
se mueren por saberlo todo, preguntan; no tienen malicia ni rencor, viven su
vida feliz solo guardan buenos
recuerdos; dependen unos de otros, solos no pueden dirigir sus pasos y mantenerse de pie. Necesitan la ayuda
de grandes y fuertes que los ayuden
a vivir, necesitan a sus padres…
Y en esos momentos abres los ojos, y ves que hay cosas que no
pueden seguir así que deben cambiar. Por eso debo moldearme, limar asperezas y
sacar a relucir lo mejor de mí.
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