Muchas veces nos quedamos cojos al querer describir el amor, y es que, a pesar de ser una palabra tan corta, es tan grande su significado... No se puede describir con unas simples palabras, para ello sería necesario millones de palabras, imágenes, gestos, símbolos para poder acercarse a su significado.
La gente puede ser sabia y saberse de memoria todos los síntomas del enamoramiento, las conexiones que hace nuestro cerebro cuando estas cerca de esa persona, el por que de esos nervios pre-cita, pero no lo conocen realmente. Hay que vivirlo y sentirlo, tienes que ahogarte en su intensidad para poder entenderlo. Aunque sea el amor algo innato de cada humano, pocas personas lo conocen de verdad.
El amor es como los 4 elementos de la naturaleza: es fuego, de la pasión que conlleva, la intensidad de amarle, el fuego interno de los enfados. Es aire, porque sin el amor no puedes vivir, porque, aunque no lo veas, si puedes sentirlo. Es agua, de claridad, porque el amor debe de ser transparente, sin engaños, tal cual. Tierra, de la cual se requiere paciencia, sacrificio y un cuidado diario, al igual que en una relación, debes entregar lo mejor de ti mismo, y hacer lo imposible por ver a la otra persona feliz.
Pero para poder llegar a estas conclusiones es necesario tener a alguien que te descubra el verdadero amor, que te haga levitar, que a pesar de darte vértigo las alturas, te arriesgues y saltes, sin importarte lo demás. Te da alas para poder volar muy alto, te hace sentir importante porque sabes que el te apoya y disfruta contigo;, te completa porque te llena y conoces nuevas cosas gracias a esa persona y te hace ser mejor persona, porque empiezas a ver la vida con detalles, pequeños detalles que te sacan una sonrisa. Una sonrisa, difícil de ocultar, ya que cuando estás enamorada, desprendes algo especial, imposible de obviar.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
sábado, 17 de noviembre de 2012
Armadura de hierro
La más fuerte de las fortalezas no se tarda un día en
construir, requiere esfuerzo y grandes dosis de paciencia. Es imprescindible no
perder nunca la calma y mirar con optimismo el futuro. El proceso es
dificultoso, pero si dios te ha impuesto esa tarea es porque confía en ti, sabe
que eres perfectamente capaz de llevarla a cabo. Y si el confía en ti, ¿por qué
tu no? A veces nuestro mayor obstáculo somos nosotros mismos. La inseguridad,
el miedo, el rechazo inundan nuestro cuerpo y no nos permiten ver más allá. Y
al igual que dios confía en ti, tú debes hacerlo en el. En ocasiones dudaremos
de nosotros mismos, nos quejaremos de lo dura que es la vida o de la poca
suerte que tenemos. Y así no vamos a conseguir nada, las quejas son para
cobardes, para los que no se atreven a hacerle frente a las adversidades. Si se
nos ponen estas pruebas es porque somos capaces de superarlas, nos costará más,
eso está claro, ya que las cosas fáciles no tienen emoción, sabemos que las
vamos a conseguir por ello no ponemos todo nuestro empeño, pero cuando lo
consigues…te sientes pletórico. Y cuando echas la vista atrás, todo ese
sufrimiento ya no es nada, porque fuiste capaz de superarlo. Y eso será la
mejor armadura que puedas tener, porque la has forjado tu mismo a través de tus
penas, dolores y angustias, y será tan fuerte que cada vez serás más tolerante
al dolor, hasta tal punto que ya no lo veras como tal, sino como un
nuevo reto o una oportunidad que debes aprovechar.
Ya que no lo que no te mata….te hace más fuerte.
martes, 13 de noviembre de 2012
Dar sin recibir
Dar sin recibir…parece algo fácil, ¿no creéis? Aunque últimamente pienso que más que ofrecer
de forma gratuita, se arriendan esos pequeños gestos. Yo doy, pero a cambio
quiero que me hagan lo mismo e incluso algo mejor. “¿Para qué voy a llamarle,
si esa persona no lo hace nunca?” “¿Qué
está mal? Ah, yo cuando estuve rayada, nadie me ayudó.”
No, no se puede ser así. Es verdad, que a la gente le cuesta
ver las buenas acciones o no las valoran tanto, pero no por ello debemos ser
egoístas o tener rencor guardado. Siempre hay que estar dispuestos a echar una
mano, a ser ese hombro en el que llorar, a escuchar el mismo problema que
tantas veces se ha repetido, a ayudar a componer esos miles de corazones rotos…
todo ello con una sonrisa como bandera, ya que no hay nada mejor que ofrecer
consuelo al que lo necesita, dar consejo, aunque creas que son inútiles o relatar, desde tu propia experiencia, lo que
tú harías. Las personas, antes o después
valoran esos pequeños gestos que, aun siendo insignificantes, cuentan. No hace
falta que te lo agradezcan, la simple paz que sientes después de ayudar a
alguien es la mejor recompensa que puedes obtienes, ya que la paz que
sientes inunda tu alma y la hace ser más
transparente aun.
Haz sin esperar nada a cambio, no mendigues agradecimientos. No ansíes un simple “gracias”, las gracias deberías darlas tú por esa oportunidad que se te brinda para demostrar tu generosidad. Si solo esperas recompensas en la vida, nunca harás nada grande.
Haz sin esperar nada a cambio, no mendigues agradecimientos. No ansíes un simple “gracias”, las gracias deberías darlas tú por esa oportunidad que se te brinda para demostrar tu generosidad. Si solo esperas recompensas en la vida, nunca harás nada grande.
viernes, 2 de noviembre de 2012
Mar de recuerdos
"Me puse una falda ligera, una blusa blanca de algodón y un par de sandalias bajas. Me cubrí el pelo con un pañuelo estampado, me parapeté unas grandes gafas de sol y salí de la habitación evitando verme reflejada en ningún espejo: no quise contemplar el gesto taciturno que se me había clavado en la cara.
Apenas había nadie en la playa. Las olas, anchas y planas, se sucedían monótonas una tras otra. En las cercanías, lo que parecía un castillo y un promontorio con villas majestuosas; al frente, un océano casi tan grande como mi desazón. Me senté en la arena a contemplarlo y, con la vista concentrada en el vaivén de la espuma, perdí la noción del tiempo y me fui dejando llevar. Cada ola trajo consigo un recuerdo, una estampa del pasado: memorias de la joven que un día fui, de mis logros y temores, de los amigos que dejé atrás en algún lugar del tiempo; escenas de otras tierras, de otras voces. Y sobre todo, el mar me trajo aquella mañana sensaciones olvidadas entre los pliegues de mi memoria: la caricia de una mano querida, la firmeza de un brazo amigo, la alegría de lo compartido y el anhelo de lo deseado"
María Dueñas, "El tiempo entre costuras"
Apenas había nadie en la playa. Las olas, anchas y planas, se sucedían monótonas una tras otra. En las cercanías, lo que parecía un castillo y un promontorio con villas majestuosas; al frente, un océano casi tan grande como mi desazón. Me senté en la arena a contemplarlo y, con la vista concentrada en el vaivén de la espuma, perdí la noción del tiempo y me fui dejando llevar. Cada ola trajo consigo un recuerdo, una estampa del pasado: memorias de la joven que un día fui, de mis logros y temores, de los amigos que dejé atrás en algún lugar del tiempo; escenas de otras tierras, de otras voces. Y sobre todo, el mar me trajo aquella mañana sensaciones olvidadas entre los pliegues de mi memoria: la caricia de una mano querida, la firmeza de un brazo amigo, la alegría de lo compartido y el anhelo de lo deseado"
María Dueñas, "El tiempo entre costuras"
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