Dar sin recibir…parece algo fácil, ¿no creéis? Aunque últimamente pienso que más que ofrecer
de forma gratuita, se arriendan esos pequeños gestos. Yo doy, pero a cambio
quiero que me hagan lo mismo e incluso algo mejor. “¿Para qué voy a llamarle,
si esa persona no lo hace nunca?” “¿Qué
está mal? Ah, yo cuando estuve rayada, nadie me ayudó.”
No, no se puede ser así. Es verdad, que a la gente le cuesta
ver las buenas acciones o no las valoran tanto, pero no por ello debemos ser
egoístas o tener rencor guardado. Siempre hay que estar dispuestos a echar una
mano, a ser ese hombro en el que llorar, a escuchar el mismo problema que
tantas veces se ha repetido, a ayudar a componer esos miles de corazones rotos…
todo ello con una sonrisa como bandera, ya que no hay nada mejor que ofrecer
consuelo al que lo necesita, dar consejo, aunque creas que son inútiles o relatar, desde tu propia experiencia, lo que
tú harías. Las personas, antes o después
valoran esos pequeños gestos que, aun siendo insignificantes, cuentan. No hace
falta que te lo agradezcan, la simple paz que sientes después de ayudar a
alguien es la mejor recompensa que puedes obtienes, ya que la paz que
sientes inunda tu alma y la hace ser más
transparente aun.
Haz sin esperar nada a cambio, no mendigues agradecimientos. No ansíes un simple “gracias”, las gracias deberías darlas tú por esa oportunidad que se te brinda para demostrar tu generosidad. Si solo esperas recompensas en la vida, nunca harás nada grande.
Haz sin esperar nada a cambio, no mendigues agradecimientos. No ansíes un simple “gracias”, las gracias deberías darlas tú por esa oportunidad que se te brinda para demostrar tu generosidad. Si solo esperas recompensas en la vida, nunca harás nada grande.
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