sábado, 7 de julio de 2012

Billete rumbo a la libertad


Estaba perdida en el mundo, no sabía cuál qué alternativa tomar. Una duda que le atormentaba. Esa difícil decisión que hacía que sus días se consumieran como el fuego y la pólvora. Las noches se le hacían eternas, dando vueltas y vueltas en la cama, sin poder sumergirse en los profundos y placenteros sueños de los que solía disfrutar con anterioridad. ¿Qué hacer?  ¿Seguir con su vida tal y como está, o tomar un nuevo rumbo? Le atormentaba la idea de novedad. Para ella lo desconocido le causaba temor e inquietud, ya que su vida era pura monotonía y estaba acostumbrada a ello. Pero esta vez era diferente….necesitaba de verdad un cambio radical en su vida.
Estaba cansada de vivir en esa cárcel llamada “hogar” y entre esas cuatro paredes, que mas que una habitación se parecía aquellas prisiones que solo estaban alumbradas por una bombilla de mala calidad, lúgubres, desesperanzadoras, solitarias….así se sentía ella, como si fuera un pájaro con un ala rota. Pero esta vez sería distinto, tendría lo que nunca tuvo en su vida, valor. Cuántas experiencias perdidas y cuantos sentimientos guardados por carecer de esa valentía. Muchas noches se arrepentía de haber sido tan cobarde y de no haberle confesado a ese chico, cuanto le gustaba. Pero es que él….él era de otro planeta, de eso estaba segura, porque esa belleza era sobrenatural. De pelo moreno y sonrisa preciosa, una sonrisa que hacía que sintiese escalofríos cada vez que la miraba. Sus ojos, oscuros, reflejaban la belleza de su alma, un alma tranquila y bondadosa. Ojos que se postraban sobre ella y hacían que se sintiese segura cada vez que estaba a su lado. De fuertes brazos y piel oscura. Él era su héroe, su príncipe azul, el único capaz de rescatarla de esa prisión en la que vivía…. en sus sueños. Esto era la vida real, y aquí esos cuentos no existían. No todo era tan fácil. Y ella, mientras tanto, seguía encerrada.
Tumbada en su cama, escuchando música suave y lenta, de esas que te ayudan a pensar. Aunque, ahora, no había nada en lo que pensar, simplemente sólo valía actuar. Y ese momento había actuado. De repente suena “Todo irá bien” de Chenoa, la canción más optimista que conocía y que la implantaba una gran fuerza en su cuerpo cada ocasión que la escuchaba. Y piensa que es joven, que tiene una vida por delante por vivir, y que se merece ser feliz. Y al son de la canción, se levanta de la cama de un salto, y coge su maleta, metiendo en ella todo lo necesario para poder sobrevivir en esa selva llamada mundo: pantalones, camisetas, su blusa favorita, sus all star y por supuesto, sus inseparables ray-ban. De la mesilla coge su reloj, sus pendientes y todo ese dinero que había ahorrado para poder comprarse la guitarra de sus sueños. ”Otra vez será nena”, piensa.
Y aprovechando que no hay nadie en su casa, se escapa. Y respira, ese aire limpio y que huele a libertad. Sonríe, y hasta le duele hacerlo, porque hacía mucho tiempo que no lo hacía. Y se dirige la estación de tren, acude a la taquilla y le dice a la chica que le atiende: “quiero un billete rumbo a la libertad” a lo que la taquillera le responde: “La libertad no tiene un sitio específico, si no que se halla en cualquier sitio en el que estés. Porque tú eres dueña de tu propia libertad, y ella depende de ti, al igual que tu de ella”. Con estas palabras, decide adquirir un billete sin destino, decidiendo montarse en el primer tren que hubiera una plaza libre. Sería el propio destino el que decidiera a dónde iría.

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