Nuevo destino: Matalascañas.Mil sueños por cumplir. Dos
amigas. La rubia y la morena. Cada una con una situación distinta, pero con las
mismas ganas de escapar de la ruidosa y saturada capital. Un viaje de un total de 8 horas, muy largo,
pero que se ameniza con películas y buena música.
Y al fin llegas, y ves el hermoso mar. Tan azul, tan limpio,
tan….puro. Una belleza que te deslumbra y te hace sentir muy pequeña. Y en ese
profundo mar se deciden meter. Se sumergen cuales dos sirenas, y se dejan
llevar por el movimiento acompasado de las olas. Y tras ese refrescante baño
deciden salir, tumbarse en la toalla, y disfrutar del espléndido atardecer. Una
mezcla de naranja, azul y rosa tiñe el cielo, el cual parece un bello cuadro
pintado por el mejor de los pintores del siglo XVIII. Una gran obra de arte sin
duda, con las gaviotas dibujando círculos. Y se hizo la noche.
Nuevo día. Sol radiante. La playa amanece más bonita que
nunca. Abarrotada de gente. Gente que
ríe, grita, juega, toma el sol…y ellas celosas de esa vitalidad, se decantan
por unirse. Plantan su toalla en la arena y participan en esa fiesta de la
alegría.
Largos paseos que se hicieron cotidianos en ese sencillo
viaje, donde caminaban sin preocupaciones, sintiendo la arena mojada entre sus
pequeños dedos. Entre baño y baño tocaban las famosas charlas, hablando de todo
y de nada. De sus sueños, inquietudes, pensamientos, temores, andaduras,
aventuras…y conociéndose así, si es posible, un poquito más y más. Porque a
veces estamos tan ensimismados en nosotros mismos, que no somos capaces de ver
lo que hay a nuestro alrededor. Nos limitamos a sobrevivir y ya, y de esta
manera, somos incapaces de observar que hay gente increíble a nuestro lado e,
incluso, somos incapaces de ahondar en
nuestros propios amigos.
Cada una fue capaz de conocer un poquito más de la otra. Y
eso las hizo más grandes y más amigas aún. Se quedaron con ganas de más… pero
para ello, habrá que esperar. Pero solo un poquito.
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